Guèrra a la guèrra teje un espacio de palabra inquieta, donde las voces se elevan en un equilibrio siempre precario, a veces en una invocación de esperanza, a veces en una dirección colectiva a los fantasmas de la Historia. La obra actúa como un tejido frágil, en el que cada inciso se convierte en el soporte de una memoria perturbada, fragmentaria, a veces vacilante. La escritura, deliberadamente despojada, casi cruda, tensa pero siempre atravesada por la esperanza de una concordia posible, se esfuerza por portar una palabra desnuda, enfrentada a su propio vértigo. Una forma de ímpetu persiste, como si, en el mismo corazón de la falla, pudiera aún formularse la promesa de un vínculo.
